¿Podemos estar seguros de que el etiquetado de los alimentos que consumimos coincide con la realidad? Se estima que el fraude le cuesta anualmente a la industria alimentaria global miles de millones de dólares, además de problemas de seguridad alimentaria. La AIEA, en colaboración con la FAO han puesto en marcha un proyecto internacional para desarrollar herramientas basadas en técnicas nucleares, que permitan comprobar la autenticidad de los alimentos.
La miel de manuka es un producto elaborado a partir del néctar de la flor del arbusto manuka en Nueva Zelanda, que posee propiedades antimicrobianas naturales y cuyo precio puede alcanzar casi los 600€ por kilo. Pues bien, se sabe que se consume seis veces más de este producto que la cantidad que realmente se produce. La solución a este enigma es el fraude alimentario, que afecta, entre otros, a una gran variedad de alimentos con un alto valor añadido ya sea por su origen geográfico o por su método específico de producción.
Proteger, primero la seguridad de los alimentos que comemos y segundo la autenticidad de lo indicado en las etiquetas, que está además en relación directa con el precio que pagamos por ellos, es el objetivo de un proyecto conjunto de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Para ello, AIEA y FAO ayudaran a los países a usar técnicas nucleares para rastrear el origen de los alimentos, verificar su autenticidad y realizar pruebas de contaminantes. El proyecto de investigación tendrá una duración de cinco años y entre los países participantes están China, Costa Rica, Dinamarca, Eslovenia, España, la India, Indonesia, Italia, Jamaica, el Japón, Malasia, Marruecos, Myanmar, Nueva Zelandia, Tailandia y el Uruguay.
Isótopos estables
Los isótopos son formas de un mismo elemento químico, con una masa atómica ligeramente diferente (número de neutrones en el núcleo). Los isótopos estables se dan de forma natural, son inocuos y no radioactivos. Aunque no emiten radiación, gracias a sus propiedades únicas pueden utilizarse en una gran variedad de aplicaciones, como la gestión del agua y del suelo, los estudios medioambientales o las evaluaciones de la nutrición. Medir su cantidad y proporción en muestras permite rastrear el origen, la historia, las fuentes y las interacciones del elemento analizado.
Aplicado al fraude alimentario, esta técnica permite examinar la proporción de isótopos estables de elementos como el hidrógeno, el oxígeno y el carbono, y la concentración de elementos en una muestra del producto. Esta información puede proporcionar una huella única, que permite vincular un producto agrícola al sitio en el que se cultiva. Es decir, los isótopos que los alimentos han absorbido del medio ambiente reflejan dónde se cultivaron.
Proteger al consumidor
El fraude es un problema cada vez mayor en la industria alimentaria, que afecta a países de todo el mundo y daña a las exportaciones. El proyecto de investigación contribuirá a que los países en desarrollo mejoren su grado de cumplimiento de los requisitos reglamentarios, lo que a su vez facilitará el comercio.
A fin de proteger a los consumidores del fraude y de posibles incidencias con la inocuidad de los alimentos, se hacen necesarios métodos normalizados para confirmar que los productos tienen las características que figuran en sus etiquetas, comenta Simon Kelly, coordinador del proyecto y especialista en inocuidad de los alimentos de la AIEA.
La propuesta despierta interés en sectores diversos, como puede ser proteger la producción de café Blue Mountain de Jamaica, que se encuentra entre las más caras del mundo, lo que la convierte en un objetivo para los falsificadores, y otras mercancías nacionales de aquel país, como el cacao y el ron.
El arroz jazmín tailandés, una variedad de grano largo aromático de lujo que representa entre el 13 y el 18 por ciento de las exportaciones de arroz de Tailandia, es otro candidato a este tipo de análisis. O las trufas blancas eslovenas, que pueden alcanzar un precio de 2.300€/ kg, y cuya falsificación es un lucrativo negocio.
Fuente: AIEA