La importancia de la ventilación como factor para reducir el riesgo de infecciones de transmisión aérea en el interior de edificios se ha puesto de manifiesto con la pandemia de Covid-19. A diferencia de los patógenos transmitidos por el agua o por los alimentos, cuyo control está ampliamente reglamentado, la prevención de enfermedades transmitidas por el aire interior se encuentra todavía en sus inicios.
¿Es posible que las infecciones transmitidas por el aire de los edificios puedan llegar a reducirse de forma similar a como se reducen las enfermedades transmitidas por el agua o los alimentos?
En un artículo publicado en la revista Science un grupo internacional de científicos resalta la necesidad de establecer los cimientos, en cuanto a normativas, estándares, diseño y operativa de los edificios, para garantizar un aire limpio y con una carga de patógenos sustancialmente reducida en los espacios interiores, del mismo modo que sucede con el agua potable o los alimentos . Para ellos, el primer paso es reconocer y concienciarse de que la prevención de las enfermedades transmitidas por el aire en los edificios es un problema complejo pero gestionable.
Especialmente en este momento de pandemia, cuyo agente causal es un patógeno transmitido por el aire, la comprensión de los mecanismos detrás de la transmisión de infecciones respiratorias se ha desarrollado rápidamente y esto debería impulsar, según los autores, un cambio de paradigma en la forma como vemos y abordamos este fenómeno.
Dos factores añaden complejidad a desarrollar un nuevo enfoque para combatir la transmisión aérea de enfermedades infecciosas. Por una parte, es mucho más difícil rastrear e identificar la fuente de las infecciones transmitidas por el aire que la contaminación de los alimentos y el agua, que casi siempre provienen de una fuente puntual más fácilmente identificable. El aire como medio de contagio es algo incontenido y extenso, los edificios y sus corrientes de aire son complicados y los métodos de medición son complejos y, en general, no están estandarizados.
Y por otra parte, la falta de conocimientos e investigación sobre la transmisión aérea de patógenos ha afectado negativamente al reconocimiento de la importancia de esta ruta, que no se ha percibido hasta ahora como un riesgo relevante. Durante décadas, en la mayor parte de la construcción de los edificios modernos la atención de arquitectos e ingenieros ha estado en el confort térmico, el control de olores o la calidad del aire, mientras que el control de infecciones raramente se ha considerado, fuera de espacios como hospitales o laboratorios.
Los nuevos conocimientos adquiridos durante los meses de pandemia acerca de la transmisión de patógenos a través de aerosoles muestran la importancia de esta via de contagio en los brotes comunitarios de Covid-19, y potencialmente también de otras infecciones respiratorias. Los brotes estudiados en escuelas o restaurantes sugiere que la forma en que se diseñan, operan y mantienen los edificios influye en la transmisión de aérea de patógenos.
La ventilación del futuro
La medida clave para reducir la contaminación del aire interior con virus o bacterias es la ventilación, respaldada por la filtración y la desinfección del aire.
Existen actualmente guias, regulaciones y estándars relacionados con la ventilación, cuyo objetivo es mantener una buena calidad del aire interior, mediante el control de olores y bioefluentes generados por los ocupantes (concentraciones de dióxido de carbono), asi como asegurar el confort térmico y la humedad relativa apropiada en el interior de los edificios. También existen algunos valores máximos establecidos para contaminantes químicos en el aire, como el benceno o el formaldehído, basados en la duración de la exposición. Sin embargo, según los autores no existen por el momento recomendaciones o estándars para mitigar el riesgo de bacterias o virus liberados por el sistema respiratorio humano en el aire interior. Por lo que consideran necesario incluir el control de este tipo de contaminantes en los objetivos de la ventilación.
Uno de los retos a afrontar es que las tasas de ventilación necesarias para proteger contra la transmisión de infecciones no pueden obtenerse de la misma manera que las tasas de otros contaminantes, ya que deben basarse en el riesgo en lugar de ser absolutas, teniendo en cuenta las tasas de emisión de patógenos y la dosis infecciosa. Otro aspecto importante en los futuros sistemas de ventilación debería ser la flexibilidad para poder controlarlos dependiendo de la demanda. La tasa de flujo de aire, el tratamiento necesario (filtración, desinfección) del mismo y su distribución efectiva en los microambientes ocupados deben poder adecuarse según las actividades que se realicen y la cantidad de personas presentes.
El control de la demanda y la flexibilidad son necesarios no solo para controlar el riesgo, sino también para abordar otros requisitos, especialmente el uso de energia y la sostenibilidad. La ventilación debe ser adecuada a las necesidades pero no irrazonablemente elevada. No se trata de que todos los espacios interiores se conviertan en instalaciones de bioseguridad sino de diseñar y operar los edificios de acuerdo a su finalidad, de forma que el riesgo infecciones transmitidas por el aire se mantenga por debajo de un límite aceptable.
Otro punto que destaca el artículo es la necesidad de cambiar la percepción de que no podemos asumir el coste de mejorar los sistemas de ventilación de los edificios. Aunque no existen datos concretos, se estima que las inversiones necesarias para introducir medidas de prevención y control de las infecciones trasmitidas por el aire resultarían en un aumento de menos del 1% en el costo de construcción de un edificio típico.
Aunque quedan por hacer análisis económicos detallados, la evidencia existente sugiere que controlar las infecciones transmitidas por el aire interior puede costar a la sociedad menos de lo que cuesta soportarlas.
Fuente: https://www.aehi.es/