La exposición a plaguicidas deteriora el desarrollo neuronal de la población infantil

La exposición a plaguicidas deteriora el desarrollo neuronal de la población infantil

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Un estudio realizado en México informa de que la población infantil constituye el grupo más vulnerable a la exposición directa a los plaguicidas, asi como a los efectos de los residuos de estos productos que permanecen en los alimentos. Se ha constatado un deterioro del desarrollo neuronal temprano, una reducción del índice de orientación espacial y también de las habilidades psicomotoras. 

 

Los plaguicidas presentan una rápida distribución y biacumulación

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La presencia de los plaguicidas escapa mucho más allá de donde han sido aplicados. A través del fenómeno conocido como biomagnificación, estos productos tienen una rápida distribución y acumulación en la biosfera, y pasan a diferentes eslabones de la cadena alimentaria.

Guadalupe Ponce, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) explica que existen datos científicos de acumulación de plaguicidas en organismos donde nunca han sido aplicados, incluso en zonas tan extremas como los polos.

Por ejemplo, la presencia de plaguicidas, especialmente de DDT, en el tejido graso de ballenas, delfines y lobos marinos. Un hecho altamente preocupante, una vez conocidas las propiedades nocivas para la salud que tienen muchos de ellos.

Los estudios que lleva a cabo Ponce tienen por objetivo la determinación de los contaminantes orgánicos persistentes en los ecosistemas costeros y marinos de México, particularmente de plaguicidas organoclorados y de otras familias químicas de gran importancia tanto a nivel ambiental como de salud humana, por la toxicidad que presentan.

Según Ponce, a nivel mundial hay registrados alrededor de 6.400 sustancias activas, que una vez combinadas con compuestos inertes, derivan en más de 100.000 productos plaguicidas comerciales. Los compuestos utilizados actualmente se desarrollaron hace décadas y, aunque el riesgo derivado para la salud pública y el medioambiente es actualmente menor, es evidente que persiste, como consecuencia de los residuos  de plaguicidas que pueden presentarse en distintos escenarios.

Aunque el mayor riesgo se encuentra por exposición directa, la facilidad de propagación y bioacumulación de los plaguicidas en las especies hace que el consumo de alimentos expuestos a estos químicos incremente su concentración en las poblaciones humanas. La ingesta de alimentos ricos en grasa y cultivos como trigo, arroz, tomate, manzana, patata y lechuga representan otra ruta importante de exposición.

Los niños son los más afectados

La experta mejicana afirma que la población infantil es la de mayor vulnerabilidad a la exposición de los plaguicidas. Entre los efectos detectados están el deterioro en el desarrollo neuronal temprano, asi como la reducción significativa del índice de orientación espacial y de habilidades psicomotoras.

Pero no sólo los niños se ven afectados, ya que los adultos también presentan alteraciones físicas en la piel y, en algunos casos, vómitos y cefaleas, síntomas que se relacionan con la exposición directa o por el consumo de alimentos contaminados con plaguicidas.

Además, según la especialista, varias de estas moléculas tienen la característica de ser disruptores endocrinos, por su parecido con las hormonas naturales. Hay un efecto de mimetismo con las hormonas naturales y sus lugares bioquímicos son ocupados por moléculas extrañas, que aparentemente podrian funcionar como las hormonas reales y perturban las rutas metabólicas donde intervienen las hormonas naturales.

Bioacumulación en ecosistemas y especies

Las consecuencias del intenso uso de plaguicidas se reflejan en la acumulación de sus restos en los ecosistemas terrestres y acuáticos mejicanos. Los numerosos estudios realizados han detectado en diversas zonas del país concentraciones altas de plaguicidas organoclorados y organofosforados en agua, suelos y organismos.

Por ejemplo, de delta-hexaclorociclohexano (δ-HCH), un componente de la fórmula técnica del lindano, plaguicida restringido en México desde 1991, de endosulfán II y de dicloro difenil tricloroetano (DDT), utilizado para el control de la malaria desde el 1957 hasta el 2000. Respecto a este último, Ponce afirma “el famoso DDT fue uno de los primeros organoclorados que se puso a disposición para uso mundial y los que vivimos entre 1950 y la década de 1990 somos generaciones bajo las aspersiones de DDT".

En cuanto al lindano, es emitido al aire en forma de vapor o de partículas y en la atmósfera puede persistir por largos periodos y viajar a grandes distancias antes de precipitarse con la lluvia y el polvo o ser degradado por la luz del sol. Su vida media en condiciones de campo varía de pocos días a tres años, se bioacumula significativamente en animales tanto acuáticos como terrestres y se biomagnifica a lo largo de la cadena trófica. El lindano está clasificado por la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) dentro del grupo de contaminantes más peligrosos y la OMS lo ha catalogado como agente cancerígeno.

En México, según Ponce, se comercializan alrededor de cien mil toneladas de estos compuestos químicos para mantener a los insectos lejos de los cultivos, lo que equivale al 4% del consumo mundial.

Paralelamente, la Dirección General de Epidemiología (DGE) de México reportó cerca de 4.000 casos de intoxicaciones por plaguicidas en 2016.

 

Fuente: CONACYT

 

 

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