El uso de herramientas de control biológico, como agentes entomopatógenos o parasitoides, en los programas de Gestión Integrada de Plagas Urbanas (GIPU) tiene un gran potencial, como alternativa o complemento a los biocidas químicos tradicionales, pero todavía es muy limitado. ¿Cómo se está posicionando el control biológico dentro del sector del control de plagas urbanas? Un artículo publicado por la SEEA nos lo explica.
Los plaguicidas químicos han sido tradicionalmente la herramienta principal para controlar las plagas de artrópodos, como cucarachas o chinches, en entornos urbanos. Sin embargo, estos productos no están exentos de riesgos para la salud y el medio ambiente, por lo que en las últimas décadas se ha potenciado la aplicación de programas de Gestión Integrada de Plagas Urbanas (GIPU), que dan prioridad a las prácticas y a los productos que generan menos riesgos, utilizando los métodos químicos como último recurso.
La Sociedad Española de Entomología Aplicada (SEEA) publica en su último Boletin-SEEA un artículo de Fernando García del Pino, director del Departament de Biologia Animal, Biologia Vegetal i d'Ecologia de la Universitat Autònoma de Barcelona, en el que el autor hace una revisión del uso de los plaguicidas en la gestión de plagas urbanas y reflexiona sobre las nuevas tendencias en el área de la Salud Ambiental.
A continuación destacamos algunos puntos relacionados con los productos utilizados en salud ambiental de este interesante artículo, que lleva por título La gestión de las plagas en Salud Ambiental: de los plaguicidas químicos al control biológico; un camino por recorrer.
De plaguicidas a biocidas
Los productos utilizados para el control de plagas en el entorno de la salud ambiental, denominados históricamente plaguicidas, han estado regulados a nivel nacional por el RD 3349/83, que los define como aquellos destinados a operaciones de desinfección, desinsectación y desratización en locales públicos o privados, establecimientos fijos o móviles, medios de transporte y sus instalaciones. Una definición que posteriormente se ha ido ampliando a otros ámbitos, como el tratamiento de la madera estructural, el alcantarillado, vertederos o fachadas de edificios. Estos productos han estado inscritos en el Registro de Plaguicidas no agrícolas, regulado por el mismo RD 3349/83.
Es con la Directiva 98/8/CE, transpuesta al ordenamiento jurídico nacional con el RD 1054/2002, que se introduce el concepto de biocida, que define los anteriormente denominados plaguicídas no agrícolas como “Sustancias activas y preparados que contienen una o más sustancias activas, presentados en la forma en que son suministrados al usuario, destinados a destruir, contrarrestar, neutralizar, impedir la acción o ejercer un control de otro tipo sobre cualquier organismo nocivo por medios químicos o biológicos”. La Directiva 98/8/CE describe y clasifica los biocidas en 22 tipos, diferenciados en cuatro grupos principales: desinfectantes, conservantes, plaguicidas y otros biocidas.
Dentro de los biocidas plaguicidas, se establecen siete grupos (TP14-TP20), que diferencian, entre otros, a los rodenticidas, insecticidas, avicidas o repelentes y atrayentes. La tendencia de las autoridades europeas hacia el uso de productos biocidas más seguros para la salud y el medio ambiente se refleja en los estrictos procesos actuales de evaluación de las sustancias activas y en la evaluación especifica de cada sustancia para sus determinados usos en los diferentes tipos de productos biocidas.
Finalmente, el actual Reglamento (UE) 528/2012 relativo a la comercialización y el uso de los biocidas, establece las normas para la elaboración, a nivel de la UE, de una lista de sustancias activas autorizadas para ser utilizadas en los productos biocidas (Artículo 95).
En este marco normativo, actualmente se está implementando el Registro Oficial de Biocidas, que en España, durante el período de transición, coexiste con el Registro de plaguicidas. El Registro Oficial de Biocidas se puede consultar en la web de la ECHA para todos los productos comercializados en Europa, o en la web del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad para los productos comercializados en España.
Tendencias en los insecticidas de uso ambiental
A diferencia de las plagas agrícolas, las plagas urbanas están en contacto muy directo con personas, alimentos y entornos laborales y domésticos, por lo que para el uso de biocidas es necesaria una rigurosa evaluación del riesgo. Sin embargo, la introducción de estrategias de Gestión Integrada de Plagas, que implican una reducción en el uso de esos productos, ha sido muy posterior en el ámbito de la salud ambiental que en el ámbito agrícola.
La utilización de plaguicidas sigue siendo una de las herramientas principales en el sector del control de las plagas urbanas. No obstante, en los últimos años se percibe una tendencia a reducir el uso de ciertos insecticidas. Por ejemplo, los productos organofosforados. En 2005, existian en el Registro de Plaguicidas 10 materias activas pertenecientes al grupo de los organofosforados, que incluían 400 preparados plaguicidas, con una mayor presencia del Clorpirifós, que representaban el 60% de los preparados con organofosforados comercializados. Actualmente existe una única materia activa con organofosforado, el Azametifós, con solo 8 preparados comerciales.
El autor destaca también que en 2013 el mayor número de materias activas registradas como insecticidas pertenecían al grupo de los piretroides (20), seguidas de los insecticidas reguladores del crecimiento (IGRs) (8), los neonicotinoides (4) y los productos de origen vegetal y bacteriano (4), mientras que el grupo de los organofosforados y los carbamatos únicamente tenían una materia activa registrada.
La introducción de agentes de control biológico en el nuevo marco normativo europeo para los biocidas está por el momento muy limitada. Debido a que todavía se está implementando el Registro Oficial de Biocidas, actualmente sólo está registrado para su comercialización un único agente de control biológico (Bacillus thuringiensis var. israelensis Serotype H14, Strain AM65-52) aunque otros tres Bacillus se podrán comercializar como biocidas en el futuro.
Control biológico de plagas urbanas
Numerosos estudios describen las posibilidades del control biológico dentro de los programas de control de plagas en salud ambiental. Por ejemplo, agentes microbianos en el control de plagas estructurales y nematodos enteropatógenos en el control de garrapatas, pulgas, moscas, piojos, cucarachas o termitas. Entre las diversas posibilidades, para comentar la potencialidad del control biológico en salud ambiental, García del Pino se centra en una de las plagas más frecuentes en el entorno urbano: las cucarachas.
Las posibilidades estudiadas que menciona el autor incluyen la patogenicidad demostrada de las bacterias Bacillus thuringiensis var. israeliensis y var. kurstaki sobre la cucaracha americana, Periplaneta americana, y la cucaracha alemana, Blatella germánica, aunque no existen pruebas de su eficacia en tratamientos de campo.
El uso de hongos y nematodos entomopatógenos es otra posibilidad con mayor potencialidad. Hongos entomopatógenos, como Metarhizium anisopliae y Beauveria bassiana, se han mostrado capaces de provocar elevadas mortalidades de ootecas y cucarachas adultas en experimentos de laboratorio. Por ejemplo, M. anisopliae tienen una virulencia demostrada sobre B. germánica y su capacidad de transmisión horizontal permite la rápida expansión de la infección en la población de cucarachas. El hongo tiene también efectos subletales sobre las hembras, que afectan a la producción de ootecas.
No obstante, el factor limitante para la utilización de hongos entomopatógenos es el riego de generar una contaminación y posibles alergias en los ocupantes de las instalaciones.
Otra posibilidad es el uso de nematodos entomopatógenos (NEPs), como Steinernema carpocapsae, capaz de reducir poblaciones de B. germánica y P. americana en interiores de edificios. Considerando que P. americana se encuentra frecuentemente en el sistema de alcantarillado, donde los NEPs pueden encontrar un entorno adecuado para su supervivencia, la aplicación de estos nematodos y/o los hongos en la red de alcantarillado podría ser, según el autor, una estrategia de control potencial de esta plaga.
Las cucarachas también tienen otros enemigos naturales como parasitoides y depredadores que podrían jugar un papel en el control biológico de esta plaga. García del Pino cita, entre otros, a diversos himenópteros de las familias Ampulicidae, Evaniidae, Encyrtidae, Eulophidae, Eupelmidae y Pteromalidae. La mayoría de ellos son parasitoides de las ootecas, aunque también existen depredadores de ninfas y adultos.
Comperia merceti (Hymenoptera: Encyrtidae) es una de las especies más utilizadas en el control biológico de cucarachas. Esta especie puede parasitar ootecas de B. germánica, aunque se ha descrito como un parasitoide más específico de la cucaracha Supella longipalpa, detectada como plaga en nuestro país desde el año 2012. También Anastatus tenuipes (Hymenoptera: Eupelmidae) también ha demostrado ser un parasitoide de ootecas específico de S. longipalpa, que puede jugar un papel destacado como agente de control biológico de esta especie. Otro prometedor enemigo natural de Periplaneta spp. es Aprostocetus hagennowii (Hymenoptera: Eulophidae), un endoparásito gregario de ootecas de cucarachas.
Propuesta de estrategia de control biológico
Desde el punto de vista del autor, para una utilización exitosa de parasitoides o depredadores contra cucarachas, previamente sería necesario sustituir las aplicaciones sistemáticas dispersivas de productos insecticidas por tratamientos puntuales con cebos insecticidas, que únicamente afecten a las cucarachas. Este cambio podría generar un entorno más adecuado para la introducción de enemigos naturales y/o el mantenimiento de las poblaciones naturales de parasitoides presentes en hábitats donde las cucarachas se encuentran habitualmente.
Una posible propuesta de estrategia de control biológico de las cucarachas podría ser el tratamiento de adultos y ninfas con estaciones cebos conteniendo nematodos y/o hongos entomopatógenos en el interior de locales habitables, o una dispersión de estos agentes microbianos en aplicaciones en otros ambientes como el alcantarillado, complementado con una liberación periódica de parasitoides para el control de las ootecas.
Sin embargo, es necesario realizar más estudios de campo, en relación a las especies de parasitoides y entomopatógenos a seleccionar y las metodologías de aplicación, para evaluar la viabilidad y efectividad de la propuesta.
El control biológico queda enmarcado en la normativa de biocidas
El uso de agentes de control biológico para el control de plagas urbanas queda enmarcado dentro del ámbito normativo de los biocidas. La Directiva de Biocidas ya hacia referencia a la posibilidad de utilizar biocidas biológicos, como hongos, microorganismos y virus. Por este motivo, tanto bacterias como virus y hongos se consideraron sustancias activas biocidas, que deben ser registradas en el Registro Oficial de Biocidas.
Posteriormente, el Reglamento (UE) 528/2012 matiza el término "microorganismo" como “toda entidad microbiológica, celular o no celular, capaz de replicarse o de transferir material genético, como los hongos inferiores, los virus, las bacterias, las levaduras, los mohos, las algas, los protozoos y los helmintos parásitos microscópicos”. Por lo que también los nematodos entomopatógenos deben considerarse como biocidas y estan sujetos a registro.
Por lo que se refiere a la utilización de depredadores y parasitoides para el control de plagas urbanas, se considera que pueden formar parte de las estrategias de control de plagas y no son biocidas, por lo que no deben registrarse. Aunque para su utilización no es necesario una comunicación previa a ninguna autoridad sanitaria, las normas legislativas que les son aplicables son competencia de la Dirección General de Calidad y Evaluación Ambiental y Medio Natural del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente.
Finalmente, Fernando García del Pino hace hincapié en que para avanzar hacia una mayor utilización del control biológico en Salud Ambiental, es necesario continuar investigando y hacer difusión de los resultados entre los actores implicados en el sector (empresas de servicios de control de plagas, empresas formuladoras de biocidas, administraciones locales, etc.) para que, como ya ocurre en el ámbito agrícola, el control biológico sea considerado como una herramienta más de control, también de plagas urbanas.
Fuente: Fernando García del Pino: La gestión de las plagas en Salud Ambiental: de los plaguicidas químicos al control biológico; un camino por recorrer, Boletin SEEA N3