Cebos insecticidas, su eficacia depende del aplicador

Cebos insecticidas, su eficacia depende del aplicador

control plagas

Los cebos insecticidas son generalmente más seguros que la pulverización ya que utilizan muy poco ingrediente activo en su formulación y están diseñados para tener una acción específica sobre las especies plaga. Su efectividad es alta, apenas dejan residuos y permiten tratar áreas inaccesibles y sensibles. Su único punto débil parece ser el factor humano: la eficacia del cebo depende de su aplicador.

 

Los cebos insecticidas se consideran, en general, más seguros que los tratamientos por pulverización, ya que incluyen una cantidad muy pequeña de ingrediente activo en su formulación, entre 50 mg y 2.0 g por kilogramo de cebo, y su tasa de aplicación es de unos pocos gramos de cebo formulado por metro cuadrado del área de tratamiento. 

La mayoría de los ingredientes activos utilizados en los cebos para insectos se caracterizan por una baja toxicidad en los mamíferos y por ser específicos para la especie de insectos objetivo, tratándose a menudo de análogos y antagonistas de los reguladores del crecimiento de insectos (IGR). 

El porcentaje de sustancias activas en la formulación de los cebos se mantiene a un nivel mucho menor que la pulverización convencional y, mediante el uso de atrayentes y estimulantes específicos, raramente atraen a organismos no objetivo. Además, los cebos se aplican en áreas selectivas o dentro de estaciones de cebo ocultas, de forma que se evite que otras especies entren en contacto.

El cebo actúa principalmente por atracción e ingestión, mientras que la pulverización requiere que la plaga en sus desplazamientos entre en contacto con el biocida. Para que el cebo sea efectivo debe colocarse selectivamente en el lugar adecuado, mientras que en la pulverización se trata toda una área, con lo que la cantidad de ingrediente activo utilizado en los cebos puede ser mucho menor y el tratamiento es igual o más efectivo.

Modo de acción secundario

Los cebos insecticidas están basados en atrayentes para que el insecto ingiera el ingrediente tóxico. Pero su efectividad no termina en la muerte directa del insecto por ingestión sino que también tiene un efecto secundario en individuos que no ingieren el cebo, especialmente en los insectos que son sociales o viven en grupos y practican trofalaxis o alimentación proctodeal. Por ejemplo, las cucarachas no son insectos sociales pero viven en grupos, por lo que los cebos funcionan bien para controlarlas, habiéndose constatado transferencia horizontal de insecticidas contenidos en cebos entre ellas.

El proceso de acción secundaria tiene efecto debido a la presencia de insecticida de acción lenta, incluido en el cebo, no metabolizado, en las heces, las secreciones orales o simplemente adherido al cuerpo de las cucarachas muertas. Mediante el proceso de coprofagia y necrofagia, los restos de insecticida son absorbidos por otro individuo del grupo en el lugar infestado, lo que provoca muertes secundarias. 

Cebos en el control integrado de plagas

Dentro de un enfoque de control integrado de plagas, los cebos son una buena herramienta para reducir el impacto medioambiental de los biocidas y potenciar la prevención frente a las infestaciones. Además, facilitan el tratamiento de áreas inaccesibles y el control de plagas crípticas. Los cebos no desprenden olores, no favorecen la translocación de sus ingredientes y dejan residuos mínimos o nulos. 

Por todo ello, se consideran más adecuados que la pulverización para tratar lugares sensibles, como áreas de preparación de alimentos, hospitales, escuelas o espacios urbanizados con una alta densidad de población humana.

El aplicador es clave

Aunque es una tecnología restringida a unas pocas plagas, el uso de cebos insecticidas ha progresado significativamente como herramienta en el control de plagas urbanas. El primer factor crítico en  los programas de cebado es la calidad del cebo, su atractividad, calidad nutricional, textura, humedad y otros factores que son fundamentales para conseguir que los insectos lo acepten e ingieran de forma sostenida. 

Sin embargo, la eficiencia general del cebo depende fundamentalmente de la persona que lo aplica. Los conocimientos sobre la biología y el comportamiento de la plaga y las habilidades técnicas del aplicador son de gran importancia para que el cebo tenga éxito, ya que el cebado es una actividad dinámica, en constante evolución y que debe ajustarse constantemente a los cambios en el comportamiento y la ubicación de los insectos. Un buen cebo mal colocado y a una dosis incorrecta puede resultar en un tratamiento ineficaz.

El factor humano es pues uno de los mayores condicionantes para el uso efectivo de los cebos, pero, afortunadamente, puede ser resuelto mediante una adecuada formación y entrenamiento de los profesionales del control de plagas. 

 

Fuente: Partho Dhang: Insects baits and baiting, PPC97  bpca.org.uk

 

 

 

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