El plástico que comemos

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microplasticos

Es bien sabido que millones de toneladas de plástico van a parar a los océanos cada año, causando un grave impacto negativo sobre la fauna que lo ingiere y el medio ambiente. Lo que no se conoce con tanto detalle es la cantidad y toxicidad de parte de este plástico que, como parte de la cadena trófica, los humanos también ingerimos. La Comisión Europea ha publicado un estudio sobre los datos disponibles y las acciones necesarias para poder evaluar correctamente este riesgo.

 

Por las aguas del Océano Pacífico se desplaza el llamado séptimo continente, el Great Pacific Garbage Patch, formado por casi 80 mil toneladas de basura plástica flotante y que cubre una superficie más de tres veces mayor que el tamaño de España. En términos de número de piezas, los microplásticos constituyen el 94% de esta descomunal acumulación de residuos, que es un ejemplo dramático de las dimensiones del problema que son y serán estas partículas contaminantes de baja biodegradabilidad.

Si bien el impacto ambiental de los residuos plásticos recibe, con razón, una considerable atención por parte de científicos, responsables políticos y el público en general, el impacto en la salud humana de la contaminación de los alimentos y bebidas por micro y nanoplásticos sigue siendo, en gran parte, desconocido.

Por este motivo, la Comisión Europea ha realizado un estudio, basado en la revisión de 200 trabajos científicos publicados desde 2010, para comprender mejor la exposición humana a los microplásticos y sus posibles riesgos para la salud. Los trabajos analizados aportan datos sobre la presencia de micro y nanoplásticos en más de 200 especies animales que forman parte de la cadena alimentaria humana y que, por tanto, pueden contribuir directa o indirectamente a la ingesta a través de la dieta humana.

Microplásticos y nanoplásticos

Uno de las dificultades detectadas para poder evaluar la exposición humana a las partículas plásticas es la falta de definiciones y metodologias estandarizadas que permitan recoger y analizar los datos de forma homogénea.

Por ejemplo, no existe un acuerdo claro sobre qué es un micro o un macroplástico.

Los microplásticos generalmente se consideran residuos con tamaño por debajo de los 5mm y son el resultado de la fragmentación de objetos plásticos mayores, asi como de la liberación directa de pequeñas partículas de plástico en las actividades humanas. Sin embargo, en comparación con el límite del tamaño superior, hay mucho menos acuerdo sobre el límite inferior. Algunos estudios se refieren a límites de 1 mm, 1 µm o incluso 100 nm para partículas microplásticas.

Las partículas de plástico con tamaños típicamente menores a unos pocos micrómetros se clasifican a veces como "nanoplásticos". Por ejemplo, la EFSA define como nanoplásticos a las partículas con un tamaño entre 1 y 100 nm. Los nanoplásticos pueden producirse por degradación de los microplásticos o pueden liberarse directamente de fuentes domésticas e industriales.

En este sentido, la CE propone clasificar de forma estandarizada las partículas de plástico no sólo por su tamaño, sino también por su forma y el material del que están hechas. 

La información sobre la forma de la partícula no solo aporta datos sobre los tamaños sino que puede ayudar a identificar el origen de los micro y nanoplásticos detectados. Por ejemplo, se estima que en las muestras de agua del mar y de playa hay cinco veces más de fibras que de partículas con otras formas. En el entorno marino las fibras pueden alcanzar concentraciones de hasta miles por metro cúbico de agua. Se piensa que su origen puede el lavado doméstico de prendas textiles. 

También la información sobre la composición química de las partículas es relevante, pues nos aporta datos sobre su posible toxicidad y carga microbiana.  La cantidad de sustancias y microorganismos que pueden estar contenidos en las partículas plásticas provenientes de diferentes sectores industriales y domésticos es bastante alta. A parte, hemos de tener en cuenta que la lista de polímeros plásticos con potencial tóxico encontrados en partículas microplásticas y nanoplásticas es muy abundante, incluyendo polyester (PCT),  polipropileno (PP), cloruro de polivinilo (PVC), poliestireno (PS), Teflon, nylon 6.6, polietileno (PE), Tereftalato de polietileno (PET), resina de estireno acrilonitrilo (SAN) o el poli (metacrilato de n-butilo) (PBMA).

Rutas de contaminación

Actualmente se considera que los micro y nanoplásticos son ubicuos en el ambiente. Se los puede encontrar en el aire interior y exterior, en el agua, los sedimentos y los organismos terrestres y acuáticos. Sus fuentes principales son diversas pero en gran parte provienen de plásticos de un solo uso, textiles, cosméticos, artes de pesca, pinturas, polvo urbano, neumáticos y procesos de la agricultura e industria.
 

El plástico que comemos
El plástico que comemos
 

Los micro y nanoplásticos tienen la capacidad de traspasar las plantas de tratamiento de aguas residuales, que no están diseñadas para retenerlos. En consecuencia, se acumulan en puntos con mayor densidad de población y su distribución está influenciada por los movimientos del agua (corrientes marinas) y el aire (vientos). En particular los océanos acumulan los plásticos, siendo su reservorio final y, por consiguiente, la flora y fauna del océano están especialmente expuestas.

En comparación, en los productos alimenticios solo se han encontrado por el momento cantidades pequeñas de partículas de plástico, sin embargo existe una gran variabilidad en el riesgo de exposición. Algunos estudios han estimado la exposición humana anual a los microplásticos causados por el consumo de mejillones, considerados potencialmente como los alimentos más contaminados por estas partículas.

Según uno de esos estudios, los resultados variaron de 123 partículas microplásticas/ año / cápita en el Reino Unido a 4.620 partículas / año / cápita en Bélgica, Francia o España, donde el consumo de mariscos es mayor. Un estudio de la EFSA también estima que una porción de 225 g de mejillones chinos conduciría a la ingestión de 900 partículas de plástico. Considerando una porción por mes durante un año, el consumo aumentaría a 10,800 partículas / año / cápita. Por lo tanto, la variabilidad del número de partículas / año / cápita es alta, dependiendo del país y los hábitos nutricionales.

Otro producto que se ve afectado especialmente afectado es la sal. Un estudio realizado para conocder la exposición anual a microplásticos en sales en España, estimó hasta 510 partículas / año / cápita, utilizando la dosis diaria máxima de sal recomendada por la OCDE (5 g de sal por día). Sin embargo, la dosis diaria recomendada no refleja necesariamente el consumo real de esos productos.

En el mismo estudio se intentó sumar el consumo promedio de micropartículas por consumidor, con resultados que indicaron una ingestión de más de 5 800 partículas / año / cápita, considerando conjuntamente las contribuciones de la sal(que aportó el 3% del total de partículas), cerveza (9%) y el agua embotellada (88%).

Evaluación del riesgo en la cadena alimentaria

Una hipotética amenaza para la salud humana debida a los microplásticos puede ocurrir a través de su ingesta en la cadena alimentaria. Los alimentos que consumimos pueden estar contaminados por microplásticos, ya sea por una exposición directa en el medio ambiente o por transferencia de los microplásticos en la cadena trófica entre depredadores y presas, en especies comestibles.

El impacto en la salud humana puede deberse a la naturaleza físico-quimica de los micro/nanoplásticos y al potencial daño tisular que pueden causar, pero también al hecho de que podrían ser portadores de sustancias químicas y microorganismos potencialmente tóxicos.

Sin embargo, la CE considera que solo se podrá realizar una evaluación de riesgos efectiva cuando se disponga de datos concluyentes sobre la exposición humana.

Por el momento, se han registrado datos de 201 especies comestibles (200 marinas y 1 terrestre) consideradas como afectadas por la presencia de micro/nanoplásticos. 

En el caso de la mayoría de las especies marinas, la contaminación puede explicarse por ingestión directa y por transferencia trófica, que, dada la persistencia del plástico, puede producir una acumulación biológica, con mayor nivel de concentración cuanto más elevado es el nivel trófico.

Si bien en muchas especies las partículas plásticas son eliminadas con el tracto digestivo antes de ser consumidas, otras como los bivalvos o pescados pequeños se consumen enteros y pueden ser una fuente de contaminación en la dieta humana.

En 2016, la EFSA publicó un informe sobre la presencia de microplásticos y nanoplásticos en los alimentos, con un enfoque particular en los productos del mar. Este informe indica que el mejillón común (M. edulis), cultivado para el consumo humano, puede ingerir partículas microplásticas con tamaños que varían de 2 µm a 10 µm.  El informe también describe que los microplásticos en bivalvos, camarones y peces pueden alcanzar concentraciones promedio de 0.2 a 4 micropartículas/g,  0.75 partículas/g y 1-7 partículas/g, respectivamente. 

Actualmente, los únicos estudios sobre la contaminación por microplásticos en los productos alimenticios se refieren a la miel, el azúcar, la sal, la cerveza, el agua embotellada y las sardinas en lata.  

Necesidad de más conocimientos

Respecto a los nanoplásticos, solo un número mínimo de estudios evalúa su presencia en la cadena alimentaria humana, un hecho que la CE atribuye a una falta de metodologias de muestreo y análisis estandarizados.

Por el momento, algunos estudios describen la capacidad de las nanopartículas para adsorberse sobre las algas y penetrar en especies marinas como los mejillones, las ostras y los peces. También se ha descrito la transferencia trófica de nanopartículas de algas a peces, a través del zooplancton. Sin embargo, ningún estudio revisado ha demostrado sin ambigüedad la presencia de nanoplásticos en los alimentos relacionados.

Además de hacer patente la necesidad de definir los microplásticos y desarrollar metodologías estándar, la CE recomienda en su estudio la evaluación de los niveles de consumo promedio de todos los productos alimenticios potencialmente contaminados por micro/nanoplásticos por año y cápita, en diferentes regiones del mundo. Lo que aportaría una evaluación más exacta de la exposición humana a estos contaminantes a través de la dieta.

 

 

Fuente: Review of micro- and nanoplastic contamination in the food chain, Comisión Europea

 

 

 

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