No es de extrañar que los profesionales del control de plagas tengan a menudo que agudizar su ingenio. Y es que la capacidad de adaptación y supervivencia de ciertas especies animales viene de lejos. Si hasta ahora era conocido que las cucarachas convivieron ya con los dinosaurios, y aqui siguen, dando guerra, un nuevo descubrimiento muestra también la presencia de garrapatas en plumas de dinosaurios que vivieron hace 100 millones de años.
Garrapatas en el Cretácico
Científicos de varios centros españoles han descubierto lo que se considera la primera evidencia directa de la relación de parasitismo entre ácaros y dinosaurios.
La protagonista de este descubrimiento, publicado en la revista Nature Communications, es un ejemplar de Cornupalpatum burmanicum, una especie ya extinta de garrapata, fosilizada junto a plumas de dinosaurio en una pieza de ámbar hallada en Birmania. Este animal vivió hace unos 100 millones de años, y parasitaba a dinosaurios terópodos, algunos de los cuales evolucionaron hacia el linaje de las aves modernas a finales del Cretácico.
Si bien actualmente las garrapatas se encuentran entre los más comunes ectoparásitos que se alimentan de sangre, poco se sabe de sus hábitos alimenticios y de la relación con sus hospedadores en épocas remotas. Por este motivo, el ejemplar de garrapata hallado en ámbar enganchada a una pluma de su hospedador es especialmente significativo, porque es muy difícil encontrar fósiles de parásitos chupadores de sangre en asociación directa con los restos de su huésped.
Además, este espécimen de parásito hematófago es el más antiguo conocido hasta ahora y testimonia la relación de parasitismo entre artrópodos y vertebrados durante el período Mesozoico.
Aunque no es posible saber a qué tipo de dinosaurio con plumas estaba parasitando la garrapata, la datación del ámbar del Cretácico medio confirma que la pluma no pertenece a las aves modernas, ya que estas aparecieron mucho más tarde en la evolución de los dinosaurios terópodos.
Convivencia entorno al hospedador
La pieza de ámbar birmano contiene también otros tesoros relevantes. Por ejemplo ejemplares de garrapatas de una nueva familia, establecida en el estudio y también extinguida, llamada Deinocrotonidae. Una de ellas hinchada de sangre, que lamentablemente no quedó totalmente sumergida en el ámbar y su contenido se ha alterado, por lo que no ha sido posible determinar la composición de la sangre ingerida.
A diferencia de Cornupalpatum burmanicum, estos ácaros no aparecen directamente asociados a su hospedador. Pero en las patas de los deinocrotónidos fosilizados se han hallado pelos especializados de las larvas de unos escarabajos, concretamente unos coleópteros derméstidos, lo que es un indicio indirecto de que el dinosaurio con plumas, las garrapatas y los escarabajos habrían convivido en el lugar donde los atrapó la resina, posiblemente dentro de un reducido espacio común. La captura simultánea de dos especies de garrapatas es un hecho extraordinario, y puede explicarse mejor si se considera que son organismos que comparten un hábitat común.
Estos hallazgos proporcionan información sobre la evolución temprana de las garrapatas y su ecología, y arrojan luz sobre interacciones poco conocidas de artrópodos-vertebrados y la posible transmisión de enfermedades vectoriales durante el Mesozoico.
Mientras que los dinosaurios terópodos sufrieron una extinción masiva a finales del Cretácico, y las aves son su único linaje descendiente, las garrapatas siguen en plena forma, parasitando y transmitiendo patógenos a diferentes seres vivos.
Fuente: SINC y Parasitised feathered dinosaurs as revealed by Cretaceous amber assemblages, Nature Communications